Reconozco que ya no escribo en el blog tanto como antes,
pues mis circunstancias han cambiado y o bien no encuentro la temática, o no
encuentro el momento, o ninguna de las dos cosas, pero hoy no puedo resistirme
a comentar una noticia que ha salido a la luz estos días. Estamos leyendo en
prensa que una madre ha sido condenada a
dos meses de prisión por abofetear a su hijo de diez años porque no quería
ducharse. Ahí queda eso.
Los hechos traen causa de un fatídico día de primavera de
2008 en que una madre, como tantas otras, discutía con su retoño que se hacía
el remolón para ducharse. El debate ducha sí o ducha no, debió demorarse un
rato largo, y la madre, exasperada, puso punto y final a la discusión
propinando a su vástago con un par de bofetadas. La cosa que podía haberse
quedado ahí, llegó a los tribunales porque se
denunció a la madre por violencia doméstica y lo más grande es que el
Juzgado de lo Penal número 4 de Pontevedra dictó sentencia condenando a dos
meses de cárcel a la progenitora por un delito de maltrato en el ámbito de la
violencia doméstica. La madre recurrió la sentencia, pero la Audiencia
Provincial ha ratificado el fallo inicial y la madre continúa con una sentencia
privativa de libertad de dos meses que puede suplir, al carecer de antecedentes
penales, por dos meses de trabajos en beneficio de la comunidad. Además, la
sentencia también incluye una orden de alejamiento que impide a la madre
acercarse a menos de doscientos metros de su hijo durante seis meses. Veremos
si se cumple o no y si se recurre la sentencia al Tribunal Supremo.
Podemos estar todos de acuerdo en que la violencia sólo
genera violencia y que los castigos
físicos deben ser desterrados del sistema educativo, tanto escolar como familiar.
Desde luego mucho hemos avanzado desde los años cuarenta y cincuenta donde era
normal que los padres pegasen a sus hijos, ya fuese con cinturón paterno o
zapatilla materna y los maestros corrigiesen a los alumnos despistados con
reglazo en los nudillos o con capones y collejas a discreción. Y está bien que
así sea y todos nos felicitamos de haber superado estos castigos corporales a
menores. Pero una cosa es una cosa y otra es otra. En esto, como en otras
muchas cuestiones, en nuestro país
oscilamos como un péndulo, y hemos pasado de infligir castigos corporales sin
medida y hasta sin motivo a no castigar ni corregir a los menores bajo ningún
concepto.
Compadezco a los padres actuales a los que el ambiente, el
entorno, la sociedad, el ordenamiento jurídico y ahora también los tribunales
privan de sus armas educativas. Desde luego no estoy haciendo apología de la
violencia como medida educativa, pero no condeno un cachete a tiempo o un azote
que puede resultar mucho más aleccionador que muchos diálogos padre-hijo.
No debemos olvidar que el
Código Civil contemplaba hasta 2007 el derecho de los padres a corregir a sus hijos,
pero ese derecho ha quedado difuminado y hoy por hoy, con la ley en la mano,
los progenitores que deben ejercer la patria potestad en interés de sus hijos,
de acuerdo con su personalidad y con respeto a sus derechos y su integridad
física y mental, velando por ellos, acompañándolos, alimentándolos,
educándolos, procurándoles una educación integral, representándolos y
administrando sus bienes, sólo se ven amparados legalmente en esta labor con
esa sencilla frase: “los progenitores
podrán, en el ejercicio de su función, recabar el auxilio de la autoridad”.
Y ya está. Es decir, que tú como padre o madre tendrás que educar a tu hijo,
enseñarle a comer con cubiertos, enseñarle a utilizar un baño público,
enseñarle a comportarse en un cine, enseñarle a recelar de obsequios de
desconocidos, enseñarle a compartir sus juguetes, enseñarle a practicar
deporte, enseñarle a estudiar, enseñarle a manejar las nuevas tecnologías, etc.
y todo ello sin menoscabar su integridad física y mental y en caso de resultar
imposible… recabando auxilio de la autoridad. Así pues, cuando el niño sólo
quiera comer macarrones y no quiera ni probar las verduras, cuando la niña vaya
directa a meter los dedos en un enchufe, cuando dos hermanos se peleen entre
ellos como si no hubiera un mañana, cuando el niño se niegue a ducharse, cuando
la niña no quiera bajar la música que atrona a todo el vecindario, cuando el
niño no suelte el teléfono móvil ni para comer y los sufridos padres no puedan
hacerse con la situación… ya saben, recurran al auxilio de la autoridad pero no
osen aplicar ustedes mismos la autoridad que hasta hace bien poco como padres
ustedes podían y debían ejercer.
De verdad, en este universo en el que hemos hecho a los niños los reyes con todo tipo de derechos y ninguna
obligación y hemos menoscabado el principio de autoridad de padres y maestros,
reconforta escuchar a veces las verdades como puños que expone en sus charlas
el Juez de Menores de Granada, Emilio Calatayud, cuyas intervenciones no tienen
desperdicio. Recomiendo encarecidamente a los lectores que busquen algunas de
ellas en YouTube y como aperitivo incluyo una de ellas en esta entrada.
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