Lo que la ley regula

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lunes, 20 de enero de 2020

Conveniencia o no del pin parental


Llevaba mucho tiempo sin escribir en el blog, en parte por falta de tiempo, pero el encarnizado debate que está surgiendo en torno al denominado “pin parental” me ha hecho retomar este medio para exponer mi opinión sobre el asunto. Sé que tengo muy pocos lectores y que este artículo pasará “sin pena ni gloria” pero me basta con que alguien que lo lea se plantee algunas cuestiones de forma objetiva, al margen de consideraciones políticas.

El pin parental es una iniciativa de un partido político, concretamente de VOX. Tal y como se publica en su propia página web el pin parental es una solicitud que va dirigida a los directores de los centros educativos por la que los padres solicitan que se informe previamente y se requiera autorización expresa sobre cualquier materia, charla, taller o actividad que se vaya a impartir sobre ideología de género, educación afectivo sexual y otras cuestiones morales socialmente controvertidas. En definitiva se pretende que antes de que los niños vayan a participar en alguna de estas actividades se recabe la preceptiva autorización de los padres.

El problema viene porque VOX ha exigido la implantación del pin parental en la Comunidad Autónoma de Murcia como premisa para apoyar los presupuestos regionales y no se descarta que pudiera ser extensible a otras Comunidades Autónomas en las que gobierna en coalición o con su apoyo como Andalucía y Murcia. Ante esto el Gobierno de España integrado por una coalición entre PSOE y Unidas Podemos, con algunas concesiones a otros partidos nacionalistas y minoritarios, se opone rotundamente a su implantación y amenaza con llevar la cuestión ante los Tribunales de Justicia o implantar el artículo 155 de la Constitución.

En este debate está claro que hay dos posturas enfrentadas. Por un lado se argumenta que estas actividades esconden un adoctrinamiento de los menores, que se tratan temas que no sólo rozan sino que entran de lleno en los principios y valores morales que deben ser inculcados por los padres (no por los colegios) y que los progenitores tienen derecho a conocer y, en su caso autorizar, conferencias y talleres en los que a los niños vayan a ser informados sobre feminismo, ideología de género, diversidad sexual, relaciones afectivas y sexuales entre personas del mismo sexo, etc. Por otra parte, desde el Gobierno se argumenta que la implantación del pin parental atenta contra el derecho a la educación y la libertad de los niños, habiéndose llegado a afirmar que se trata de un derecho fundamental que asiste a toda persona desde su nacimiento y que “no podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres”, tal y como llegó a afirmar Isabel Celáa.

La verdad es que, independientemente de tener mi opinión sobre el asunto, y de no estar en absoluto de acuerdo con la desafortunada frase de la Ministra de Educación y Formación Profesional, pues considero que los padres en el ejercicio de la patria potestad sí que tienen determinados derechos que el Estado no puede sustraerles, lo que más me preocupa es que se esté generando esta alarma social por el pin parental dejando de lado otras cuestiones que considero mucho más importantes.

Yo estaría mucho más tranquila si la Ministra de Educación estuviese escandalizada por los mediocres resultados de nuestros estudiantes en las pruebas del Informe PISA. De hecho me tranquilizaría mucho más que en las escuelas se reforzase la enseñanza de ciencias y matemáticas, se potenciase el aprendizaje de idiomas, se fomentase el hábito de la lectura, se inculcase la necesidad continua de aprender, etc. Si, además, se dan charlas sobre primeros auxilios, seguridad vial, cambio climático u otras materias extracurriculares pues bien, pero vamos, que la prioridad es la prioridad y, desde luego, si se trata de cuestiones morales no veo descabellado que los padres sean informados y puedan decidir cómo y en qué manera se hará con sus hijos.

Y por último quiero hacer otra reflexión en alta voz. Estamos poniendo el grito en el cielo por el pin parental alegando el derecho inalienable de los niños a ser educados, por encima incluso del derecho de los padres a decidir, pero el derecho a la salud de los niños no prima de igual modo. En España, las vacunas no son obligatorias y los padres pueden decidir libremente vacunar o no a sus hijos y los progenitores pueden incumplir el calendario de vacunación sin ningún tipo de sanción ni reproche moral y ello pese a que la Organización Mundial de la Salud considere los movimientos antivacunas una de las diez mayores amenazas para la salud pública. Un niño no vacunado, lógicamente, tiene mayor riesgo a contraer enfermedades y a contagiar a otros niños, pero el Estado en este caso no vacuna a los niños en contra de la voluntad de sus padres. Entonces yo me pregunto ¿es más importante el derecho a la educación que el derecho a la salud? Ahí lo dejo y que cada cual saque sus propias conclusiones.

2 comentarios:

  1. Hay un tercer posicionamiento ante esta cuestión Sra. Anciano; los padres que no sabemos ni qué es mejor o peor con la nueva discusión que se ha montado de la noche a a la mañana, pero que sufrimos a diario el ver cómo de una manera u otra los niños están sometidos a un adoctrinamiento que a los padres de nos escapa de las manos. Es difícil luchar contra los medios, los centros educativos y los profesores, el entorno, etc cuando se impone una ingeniería social para el control, en general, de la sociedad,

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