El phishing es una práctica consistente
en el envío masivo de mensajes
electrónicos con apariencia de veracidad, generalmente referidos a una
entidad bancaria, solicitando datos personales, nombres de usuario,
contraseñas, passwords, etc., con el
único propósito de recoger esa
información del usuario con fines fraudulentos y delictivos.
Aunque en un principio esta práctica se centraba
principalmente en simular correos electrónicos emitidos por bancos, últimamente
los ciberdelincuentes han ampliado su ámbito de actuación y los envíos masivos
de correos electrónicos o mensajes al móvil parecen que son emitidos por todo
tipo de grandes empresas. Muestra de ello es el reciente fraude de los mensajes
WhatsApp que suplantan la identidad corporativa de Mercadona, incitando al
usuario a facilitar datos a cambio de un sorteo de un vale de compra. Se trata
de mensajes aparentemente enviados por una empresa conocida (tecnológica,
cadena de alimentación, grandes almacenes, etc.) incitando al destinatario a
inscribirse, registrarse o visitar una página web (falsa lógicamente) en la que
facilitar sus datos personales o contraseñas de acceso. Además, el uso de las
redes sociales hace que la propagación de los mensajes se realice de forma
exponencial.
En todos los casos se trata de llevar a cabo una estafa on-line. Se envía un correo
electrónico o un mensaje al móvil que aparentemente corresponde a la entidad bancaria
y se le solicita al usuario que facilite datos relacionados con sus cuentas
bancarias y tarjetas de crédito, con la excusa de actualizar números PIN o
nombres de usuario, solicitando los datos a través de un formulario o incluyendo
un enlace a una página web.
Esta conducta está tipificada en el artículo 248 del Código Penal que determina que comenten estafa los
que, con ánimo de lucro, utilizaren engaño
bastante para producir error en otro, induciéndolo a realizar un acto de
disposición en perjuicio propio o ajeno, añadiendo el segundo apartado que
también se consideran reos de estafa los que, con ánimo de lucro, y valiéndose de alguna manipulación informática o
artificio semejante consigan la transferencia no consentida de cualquier
activo patrimonial en perjuicio de otro.
Otro tipo de estafa en Internet es el scam como fase previa al phishing. Esta estafa se desarrolla en
tres fases, en las cuales se ven implicadas personas incautas y confiadas que, sin ser conscientes de ello, se
convierten en coautores de un hecho delictivo. En la primera fase de esta
estafa, a través de chats, correos electrónicos o anuncios difundidos por
Internet, diversas empresas ofertan trabajo fácil desde el domicilio con el que
se pueden obtener grandes beneficios. Consiste en hacer de intermediario de transferencias internacionales de ciertas
cantidades de dinero, ofreciéndose en concepto de remuneración un cierto
porcentaje. Para poder optar a este trabajo se exige una conexión a Internet de
24 horas, tener cuenta corriente propia y conocer los sistemas internacionales
de envío de dinero. Para aumentar la apariencia de legalidad y la total
desvinculación con el blanqueo de dinero se apoyan en conocidas empresas
legales de pago por Internet como Paypal o Western Union. En esta información,
que suele tener defectos idiomáticos y faltas de ortografía, incluyen un
formulario que debe ser rellenado con el número de cuenta y algunos datos
personales.
Una vez captadas las personas que van a hacer de intermediarios,
comienza la segunda fase del timo, la conocida como phishing. Mediante un envío masivo en nombre de entidades bancarias
nacionales de prestigio, imitando sus páginas web, consiguen que los usuarios de la banca on line introduzcan sus datos
personales, número de cuenta y claves de acceso financieras a través de
Internet. Una vez que la víctima facilita las claves de banca on line, los delincuentes comienzan a efectuar
transferencias de fondos de esas cuentas hacia las de los intermediarios.
Efectuado el ingreso, contactan con ellos por correo electrónico indicándoles
las directrices sobre cómo y dónde remitir el dinero, una vez obtenida la
comisión prometida. Este dinero es
remitido por el intermediario a terceras personas mediante transferencias que
efectúan en empresas de envío rápido de dinero. Así se cierra el círculo y el
dinero finaliza en manos de los delincuentes, dificultando a los investigadores
seguir el camino recorrido por el mismo.
El beneficio de esta práctica delictiva es importante dada
la masificación de los envíos. Pero como sospechosos únicamente quedan los
intermediarios captados que buscaban empleo, convertidos en cómplices de una cadena
delictiva. Éstos desconocen además casi todo de sus “empleadores”, debido no
sólo al anonimato de la red sino también a su ubicación en países con bajo
grado de colaboración judicial y policial, siendo difícil llegar a los
verdaderos cerebros de la trama delictiva.
Conscientes de estas amenazas, las entidades financieras
redoblan sus esfuerzos por luchar contra los ataques de la red. Sin embargo, el
problema radica en que dichos ataques no van dirigidos a sus estructuras
informáticas, sino a los propios usuarios mediante páginas y correos falsos que
escapan al control de las entidades. Por ello, desde la Administración, las
asociaciones de internautas y las propias entidades financieras se recomiendan diversas
medidas de seguridad para evitar en lo posible éstos y otros intentos de
fraude:
• Mantener un antivirus
permanentemente actualizado.
• Instalar firewalls para evitar accesos no
deseados.
• No facilitar las
claves de acceso contestando a mensajes de correo electrónico. Como regla
general, las entidades financieras nunca piden los datos de acceso de ningún
cliente por mensajes de correo electrónico.
• Ser especialmente escrupuloso con las contraseñas: no utilizar la misma contraseña todo el tiempo y para
todas las aplicaciones; modificarlas periódicamente; desactivar las funciones
de almacenamiento de claves en la memoria; no facilitarlas a terceros, etc.
• Llevar un control
de la cuenta bancaria que permita detectar rápidamente cualquier movimiento
sospechoso o no autorizado.
• Limitar los canales
de acceso a las cuentas bancarias on line, con lo que se limitan también
las posibilidades de ser pirateados.
• No introducir datos
relativos a información bancaria y contraseñas en sitios de autoría dudosa o no
contrastada.
• No acceder a la banca online mediante enlaces incluidos en correos electrónicos, es preferible
teclear el nombre directamente en el navegador.
• Comprobar que el
nombre de la página se corresponda con el nombre de la entidad
(http://nombredelaentidad.es), pues las páginas fraudulentas en lugar del
nombre de la entidad aparece una secuencia numérica o IP, que no pertenece a ningún
servidor de la entidad bancaria.
• Observar que la
página trabaja con protocolo SSL, o servidores seguros, que garantizan la
encriptación del tráfico de datos entre maquina y cliente. A simple vista se
puede comprobar si en la barra de direcciones del navegador aparece al comienzo
de la dirección: https:// en lugar de http://, o bien si en la barra de estado
en la esquina inferior izquierda aparece un pequeño candado amarillo que nos
advierte que se trata de una página segura.
• Desconfiar de
correos maliciosos o de dudosa procedencia. En estos casos siempre es mejor
pecar por exceso que por defecto y es preferible no atender los correos que nos
pidan información de nuestra cuenta y contactar directamente con la entidad
para ampliar la información.