En toda economía existen particulares, empresas y organismos
públicos que en un momento determinado tienen mayores ingresos que gastos (unidades económicas con superávit) y,
por el contrario, otro conjunto de sujetos y entes que tienen mayores gastos
que ingresos (unidades económicas con
déficit). Cada sujeto económico (inversores,
empresas y administraciones públicas), posee
en cada período un capital determinado (renta obtenida en dicho período) con
el que tiene varias posibilidades de actuación:
1) Consumir todo su capital en el momento actual, computando el gasto
total tanto en bienes de consumo como en bienes de inversión. En este caso no
existirá ni déficit ni superávit.
2) Consumir en el presente una suma superior a la que representan sus
fondos disponibles y endeudarse. En este case se convierte en una unidad de
gasto con déficit de fondos puesto que sus gastos son superior a sus ingresos.
3) No consumir en el presente su capital y posponer su consumo. En
este supuesto se convierte en ahorrador o en una unidad de gasto con superávit
de fondos.
El hecho de existir unidades con
déficit y unidades con superávit crea la necesidad de crear un mecanismo que
posibilite la transferencia de recursos de las unidades con exceso de liquidez a las unidades con
necesidad de liquidez, naciendo de esta forma la actividad financiera.
Precisamente, la función del sistema
financiero es poner en contacto las unidades superavitarias y las unidades deficitarias de fondos y posibilitar su
trasvase de unas a otras, tanto para
aumentar el consumo de unas unidades como para posponer el consumo de otras de
uno a otro período. De no existir el sistema financiero, en un período concreto
sólo podríamos gastar en relación a nuestra capacidad de generación de renta.
Esta función de redistribución la realiza el sistema financiero a través de la compraventa de
activos en los mercados.
La pertenencia de cada una de
las unidades que componen los diferentes sectores de una economía no es absoluta, sino
que va variando a lo largo del tiempo y
tendrá que ir referida a un período determinado. Normalmente, las economías
domésticas suele ser un sector excendentario y las empresas deficitario,
estableciendo un ciclo de generación de ahorro por parte de las economías
domésticas que proporcionan los activos para financiar a las empresas. De igual
modo, el sector público también suele ser demandante de financiación y acudirá
a las fuentes de ahorro del público para subsanar su déficit.
La relación entre unas y otras
unidades, esto es, la canalización de los fondos excedentarios de unas unidades
a los deficitarios de otras, se realiza a través del sistema financiero. Este
trasvase puede efectuarse a través de dos vías: vía directa y vía intermediada.
La vía directa se realiza a través de los mediadores
financieros. Las unidades de gasto con
déficit emiten los llamados pasivos financieros que canjean por el dinero de
las unidades de gasto con superávit, constituyéndose para estas últimas como activos
financieros. Estos activos son los llamados activos financieros primarios. En
esta relación aparecen las instituciones financieras de carácter mediador, cuya
misión es poner en contacto ambas partes.
La vía intermediada
se realiza a través de los intermediarios financieros. Los supuestos de
financiación directa no se producen siempre, ya que las unidades económicas con
déficit no siempre pueden acceder a las unidades económicas con superávit, y
viceversa. Además, las necesidades de financiación de las primeras tampoco se
suelen adaptar a las necesidades de ahorro de las segundas. Por esa razón
surgen los intermediarios financieros, que transforman los activos de quienes colocan
sus fondos en otros activos asumibles por sus receptores finales. Así, estos
intermediarios reciben un pasivo (activo para quienes les entregan el dinero) y
lo convierten en otro activo al prestar esos fondos al destinatario final, que
asume un pasivo diferente al que se creó en primer lugar.
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